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17 junio | Homenaje a Martin Miguel de Güemes
Paso a la Inmortalidad del Héroe Gaucho: Los funerales de Güemes y la disputa por su legado
Gabriela Caretta es licenciada en historia, docente de la facultad de Humanidades, dirige proyectos del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta y desarrolla su investigación en el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades del CONICET.
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La licenciada Caretta, se especializa en representaciones sobre la muerte y el morir, con una línea de investigación en funerales políticos, particularmente en el periodo de confrontaciónentre unitarios y federales (1820-1840). Actualmente trabaja en un libro sobre funerales políticos en este periodo, enfatizando el funeral de Güemes como un caso de estudio, ya que este implicó tres funerales distintos.
En relación al principio de la historia, Caretta comenta que en 1821, Martín Miguel de Güemes murió herido por una partida realista, dejando tras de sí no solo una gesta militar sino también un cuerpo cuya suerte reflejaba, en el tiempo, los vaivenes de la política argentina. ¿Qué significa enterrar a un líder? ¿Qué se disputa cuando se traslada un cuerpo? Estas son algunas de las preguntas que guían el trabajo de la historiadora, investigadora especializada en representaciones sobre la muerte y el morir, y miembro de un equipo internacional centrado en estas temáticas. Su lectura revela mucho más que un dato biográfico: el cuerpo del héroe salteño se convierte en un objeto de disputa, una escena donde se juegan memorias, legitimidades y versiones del pasado.
Martín Miguel de Güemes: un funeral clandestino
El primer entierro de Güemes tuvo lugar tras su muerte la capilla del Chamical, espacio de control de las fuerzas gauchas a unas leguas de la ciudad de Salta, en condiciones de máxima reserva. Era un momento de inestabilidad: enemigos externos y traiciones internas hacían peligrosa incluso la exposición del cadáver. “Hacerse del cuerpo del enemigo sigue siendo una estrategia política”, explica Caretta. En este primer funeral, los cercanos al líder salteño decidieron ocultar el cuerpo para evitar su vejación. El gesto silencioso, casi privado, contrastaría con los usos posteriores de los restos del líder.
El segundo funeral: escena pública, memoria militar, silencio político Respecto al segundo funeral, Caretta explica que es significativo en la historia argentina, el estudio simbólico y cultural de los segundos funerales, entre ellos los Güemes de 1821 y 1822, destacando las construcciones políticas en torno a la representación de Güemes. El funeral de 1822, orquestado por Gorriti, enfatizó los logros militares de Güemes al tiempo que silencia su papel político. La docente destaca el uso de acciones simbólicas y las diferentes perspectivas sobre el legado de Güemes, entre ellas las de Juana Manuela Gorriti y Bernardo Frías. El análisis se basa en fuentes históricas y estudios culturales para reconstruir los acontecimientos.
En 1822, se llevó a cabo el segundo funeral. Esta vez, bajo orden de Juan Ignacio Gorriti —padre de Juana Manuela Gorriti—, los restos fueron trasladados a la ciudad de Salta. El contexto político había cambiado: el conflicto con los realistas se había disipado, y la élite local necesitaba estabilizar el poder. “Ese segundo funeral fue una puesta en escena cuidadosamente diseñada para legitimar una nueva etapa”, señala la historiadora. El énfasis estuvo puesto en los méritos militares de Güemes, convenientemente desligados de su papel como gobernador y de su enfrentamiento con sectores poderosos por cuestiones como la expropiación de tierras. “El cuerpo de Güemes se resignificó como el del militar heroico, y no como el político incómodo”, sintetiza la historiadora. La ceremonia omitió
símbolos de su rol político, mostrando cómo el poder del momento selecciona qué aspectos recordar y cuáles silenciar.
Traslados, disputas y memorias superpuestas
En relación a la década de 1870, Gabriela explicó que los restos del Héroe Gaucho fueron trasladados de la antigua catedral al cementerio de la Santa Cruz (Salta), en una decisión tomada por su familia, opositora a los gobernantes de turno. A diferencia del segundo funeral, esta vez se evitó toda carga simbólica o proyección pública. “Fue un acto íntimo, casi reparador” concluye.
En 1912, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, se organizó el cuarto funeral: un gran acto público, impulsado por la intervención federal en la provincia, que incluyó discursos, textos históricos y el traslado definitivo del cuerpo a la Catedral de Salta. Allí se erigió el Panteón de las Glorias del Norte. “Pero lo paradójico —destaca Caretta— es que ese panteón reúne no solo a aliados, sino también a enemigos históricos de Güemes. Es una construcción de memoria que, como todas, implica también olvidos.” Gabriela, destaca los diferentes contextos históricos e intenciones detrás de cada funeral, enfatizando el simbolismo político de los cuerpos de los difuntos. Para la primera mitad del siglo XIX en la lucha entre unitarios y federales, los funerales permitían proteger el cuerpo de
la profanación buscada por el enemigo y honrar los restos en un proceso de construcción de memoria que tenía una clara función política de legitimación.
Los muertos como recursos políticos
Analizando la historia cultural y los estudios sobre las representaciones, Caretta retoma la noción de “la vida política de los cuerpos muertos”, desarrollada por la antropóloga Katherine Verdery quien esturión esta temática en el proceso de disolución de la Unión Soviética. En este marco, los funerales no son solo ritos de despedida, sino dispositivos de poder. El cuerpo de Güemes fue enterrado, exhumado, trasladado y resignificado en al menos cuatro ocasiones. Cada funeral dijo algo distinto sobre él, y sobre quienes hablaban en su nombre.
“Cada época elige qué recordar de sus muertos ilustres”, comentó Caretta. Y en ese gesto, el pasado se reescribe. Desde la historia, su trabajo ilumina cómo la muerte puede ser también un campo de batalla simbólico.