DÍA DEL RESPETO A LA DIVERSIDAD CULTURAL

Pensar la diversidad desde marcos no estancos para posibilitar otras formas de escucha

La antropóloga e investigadora del CONICET Claudia Briones reflexiona sobre distintos conceptos que subyacen a la idea de diversidad que engloba la fecha.


La antropóloga del CONICET Claudia Briones reflexiona sobre distintos conceptos que subyacen a la idea de diversidad que engloba la celebración del 12 de octubre.
La antropóloga del CONICET Claudia Briones reflexiona sobre distintos conceptos que subyacen a la idea de diversidad que engloba la celebración del 12 de octubre.

En el marco del Día del Respeto a la Diversidad Cultural, Claudia Briones, investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa, CONICET-UNRN), repiensa el concepto de diversidad y conceptos en torno a la misma, y reflexiona sobre cómo la revisión de estos términos puede habilitar otras formas de escucha.

De acuerdo a la investigadora, Argentina tiene una construcción identitaria en base a un modelo blanco y europeo, y el ciudadano se erigió en base a ello. Para Briones, dos conceptos se encuentran fuertemente racializados y arraigados en el sentido común: por un lado, la ideología del blanqueamiento, y, por otro lado, la idea de crisol de razas. “En Argentina, desde mitad del siglo XIX, las elites propusieron una cierta idea de nación, sosteniendo que éramos diferentes a otros países del continente y excepcionales, por ser un país ‘sin negros y con pocos indios’. Con los arribos de migrantes europeos se va abonando una idea de crisol de razas, que está presente en toda Latinoamérica, pero que en nuestro país tuvo la particularidad de estar asociada a producir una Argentina blanca y europeizada en vez de ‘mestiza’ como en México, por ejemplo”, comenta Briones. La investigadora argumenta que, en realidad, estas ideas operan ideológicamente desde dos crisoles; por un lado, este crisol legitimado, y por el otro, un crisol de razas silenciado, no reconocido, productor de “cabecitas negras”, como rótulo estigmatizante que se aplica a poblaciones muy distintas reunidas en las periferias citadinas por los procesos de urbanización (indígenas, afrodescendientes, campesinos, personas provenientes de países limítrofes, entre otros).

“Nuestro país tiene además otra dualidad en su geografía imaginaria: a la par de tener una gran puerta de entrada, como lo es el puerto de Buenos Aires por el que ingresaron oleadas migratorias ‘deseables’ o ‘tolerables’, ha habilitado ciertas puertas traseras por las que se ha ido buscando echar a todos/as los/as demás. Entonces los/as jujeños/as son bolivianos/as; los/as mapuches son chilenos/as, por ejemplo. Es una especie de gran puerta giratoria que deja entrar a algunos y a la par saca a otros”, señala la investigadora.

En América Latina hubo distintos procesos de construcción del estado nación. Briones señala que Argentina tuvo una política activa de extinción física de los pueblos originarios; sin embargo, también ha promovido políticas asimilacionistas, orientadas a trasformar para hacer desaparecer ‘diferencias y diferentes’ que incomodaban, en las cuales subyace la ideología del blanqueamiento. “Sarmiento osciló entre estas dos propuestas, de extinción física y asimilación cultural; es así como eventualmente consideró que, si los pueblos indígenas eran escolarizados, se ´blanquearían´, esto es, devendrían como ´nosotros´”, comenta. En términos de los proyectos asimilacionistas, la unidireccionalidad de la ideología del blanqueamiento se vincula a su vez con lo que el antropólogo neozelandés Johannes Fabian define como la denegación de la contemporaneidad. “Negar la contemporaneidad implica que, para que cierta gente pueda acreditar que conserva su pertenencia y su identidad, tiene que estar detenida en el tiempo, ser siempre igual a ese pasado que se les atribuye de plumas, lanzas y boleadoras. Si, en vez de eso, tienen celular, una casa con techo de chapa o un auto en vez de un caballo, se presume que ya están modernizados, esto es, ´blanqueados´.  Porque, además, lo que se presupone es que a nadie se le podría ocurrir querer seguir siendo indígena”, expone la investigadora. Y agrega que, de esta forma, se aplica una lógica de doble vara, un doble estándar: por un lado, al nosotros nacional se le atribuye la posibilidad de transformarse, de ser heterogéneo, se lo habilita a tener conflictos y desacuerdos, porque cambiar y diversificarse es lo que lo haría precisamente ser ‘moderno’. Pero, por otro lado, a los otros se les niega la posibilidad de cambiar, se espera que sean homogéneamente compactos y que no tengan desacuerdos. En otras palabras –argumenta la investigadora-, se los esencializa, como si para ellos –no para nosotros– debiera existir una esencia que los hiciera ser siempre lo que ese nosotros cree que son o debieran ser.

Briones reflexiona que estas ideas consideran a la diversidad como un dato estanco de la realidad, cuando, en realidad, la diversidad es una forma de pensar lo social que se va transformando en el tiempo. “Se puede enunciar la idea del país diverso, pero si la idea del blanqueamiento se encuentra detrás, sedimentada, se termina aceptando solo cierto tipo de diversidad, la que es ‘digerible’; entonces se cae en frases como ´si tienen celular, si están politizados, si son evangélicos, ya no son indígenas´. Y cuando las identidades se esencializan, genera sospechas la posibilidad de identificarse de diferentes modos. Pero lo cierto es que todas las identificaciones, todas, emergen de procesos socioculturales que pueden ir y venir en distintos momentos de nuestras vidas y de las historias de los colectivos”, agrega la investigadora.

En relación a ello, la antropóloga plantea dos formas de escuchar las voces de los pueblos indígenas. Por un lado, la vinculada con un presente eterno, estereotipado, que niega a los pueblos originarios y afrodescendientes la posibilidad de cambios y actualización. Por ello, cuando sus peticiones reflejan su contemporaneidad, se ponen en duda sus pertenencias y se cuestiona su legitimidad. Sin embargo, para Briones, hay posibilidad de otras formas de escucha, que surgen de hacerse cargo de la historia, para enmarcar los reclamos y críticas indígenas en ella y entenderlos de otro modo. “Generalmente cuando hay demandas indígenas siempre se identifica un problema, y lo que tenemos que identificar es un diagnóstico de por qué no funcionan nuestras convivencias; y esto puedo compartirlo porque lo aprendí escuchando”, reflexiona Briones.

Esta idea es central para la investigadora en el abordaje de las políticas públicas vinculadas con los pueblos indígenas, pues las iniciativas que se piensen unilateralmente seguirán reproduciendo una lógica racializante y colonial. “Las ideologías del mestizaje y blanqueamiento son a menudo la plataforma implícita desde la cual se piensa un montón de cuestiones y las políticas se diseñan en consecuencia. De seguir por este camino, será imposible lograr mejores convivencias y ampliar la democratización para el conjunto”, comenta la investigadora.

“Sostener en cambio una escucha abierta es fundamental para entender por qué el acceso a tierras y territorios sigue siendo el reclamo central de los pueblos originarios en Argentina y en toda América Latina. También para pensar de manera actualizada políticas de acceso a la tierra y al territorio, que no pueden seguirse definiendo desde una idea cristalizada de comunidad indígena, que presupone y demanda continuidades imposibles desde la ´conquista del desierto´”, menciona la antropóloga. “Perseverar en cambio en abordajes que sigan siendo sordos a la densidad que la historia les reclama, que sigan negando no solo ya el despojo original, sino los que se sucedieron después y siguen sucediendo, solo nos hace cómplices de conculcar derechos constitucionalmente reconocidos”, concluye.

Por Emiliana García (CONICET Patagonia Norte) y Florencia Galante (IIDyPCa)